Una reforma fiscal equivocada, que refleja cuando menos
falta de visión no digamos a largo plazo sino a cortísimo plazo.
En una economía que venía desacelerando se le quita poder
adquisitivo a las empresas y trabajadores y lo único que provoca es acelerar la
caída.
En lugar de simplificar el pago de impuestos se complica más
el cumplir las obligaciones fiscales.
En el Sistema de Administración Tributaria (SAT) se
enseñorea un nuevo Robespierre blandiendo su guillotina creando una nueva era
de terror.
A todo lo largo y ancho del país se exhibe descaradamente el
derroche de los impuestos que empresas y ciudadanos pagamos con fruición y
sacrificio.
Un gasoducto que se inaugura sin estar debidamente
terminado. La construcción de un transporte colectivo que revela corrupción por
todos lados. Un programa asistencialista contra el hambre que no resuelve el
hambre sino que la pospone para el día siguiente pero que genera muchos votos. Una
partidocracia que extrae vampiresamente miles de millones de pesos anualmente
sin el menor dejo de pudor ante las necesidades del pueblo. Cientos de
políticos que de no haber tenido nada ahora lo tienen todo y que sus fortunas
no resisten un escrutinio estricto.
En una maquiavélica venganza donde con rapidez inaudita se
establecen flujos de dinero y conexiones para encausar una demanda contra una
lideresa, pero no se corre la misma diligencia con otros líderes y políticos
que están en la misma situación.
Lazos familiares que establecen los eslabones para
usufructuar gubernaturas por generaciones y encumbrarse en puestos de poder
hasta la máxima instancia.
Condonación de la deuda de cientos de millones de dólares a
un país (Cuba), sin una clara explicación de los beneficios que dicha decisión traerá
para los mexicanos, despreciando además el hecho de que ese dinero no pagado le
pertenece por derecho propio a cada mexicano.
Se decide convertir a deuda soberana la omisión del pago de
los impuestos retenidos a los trabajadores por Petróleos Mexicanos y Comisión
Federal de Electricidad, pero se encarcela al dueño de Oceanografía por el
mismo motivo y se amenaza con lo mismo a cada patrón. Y simultáneamente en
contradicción inaudita se aumentan los precios de gasolinas, diesel, gas y
energía eléctrica.
Inexplicablemente se perdona a una secuestradora francesa ante
la visita del presidente mexicano con el
presidente francés, sin tener ningún
reparo en la ofensa descarada infligida a los ofendidos y con ellos a todos los
que han sufrido este flagelo.
Con indolencia sin igual el gobierno maquilla cifras de
homicidios y otros delitos tratando de engañar desvergonzadamente a la ciudadanía
y la mayoría de los medios de comunicación que antes le plantaban cara al
gobierno ahora callan como aturdidos con un velo de complicidad poco explicable
por decir lo menos.
Una octogenaria anciana ya sin fuerzas por toda una vida
dedicada a los desamparados se ve asediada y denigrada por las mismas
autoridades que por décadas eludieron su responsabilidad.
Desplante triunfalista de un presidente por traer a México
el evento internacionalmente conocido de Fórmula Uno pero que no explica con
claridad por qué un convenio de esa naturaleza tiene que ser firmado por el
Secretario de Hacienda. Para después enterarnos que el gobierno mexicano
aportará una importante cantidad de millones de pesos para la remodelación de
las instalaciones donde se llevará a cabo. Dinero que por supuesto proviene de
los impuestos de todos los mexicanos que con sacrificios pagamos y no se nos
dice los beneficios tangibles que por ello recibiremos a cambio. Un ingenuo
presidente que compra la idea de promover un país con un evento de lo más elitista
entre lo elitista. Y que no se nos dice, pero que no es difícil suponer dada la
presencia del Secretario de Hacienda, que la FIA (Federación Internacional de
Automovilismo), como la FIFA (Federación internacional de Fútbol Asociación) y
el COI (Comité Olímpico Internacional), exigen como requisito sine qua non para designar como sede a
un país la exención total de impuestos.
Una reforma educativa de la que no se vislumbra claramente
su real implementación y que no pone con fuerza y contundencia en el centro rector
a los padres de familia y a la sociedad entera.
Una reforma política que solo deja ver el encumbramiento
hasta niveles insospechados de una nueva casta divina, la partidocracia.
Una reforma en telecomunicaciones que dice beneficiar al
ciudadano común y corriente pero que en realidad es una lucha a muerte entre
ricos y poderosos.
Una reforma energética, por años postergada y que por lo
mismo llega muy tarde, y que por la cual el gobierno promete a todos los
mexicanos el paraíso y la bienaventuranza eterna. Pero que en realidad, si se
implementa con honradez y eficiencia, tardará un buen número de años en que los
beneficios se empiecen a sentir en la población y solo serán marginales. Sin embargo el gobierno para promover su más
preciada joya incurre en las mentiras más insólitas. Por ejemplo afirma que
construirá diez mil kilómetros de gasoductos en lo que falta del ejercicio de
su sexenio. Pero sin considerar que aún no hay proyectos, ni licitaciones, ni
contratos asignados, y que solo le faltan cuatro años a su gestión, si se
construyera un kilometro diario de gasoducto necesitaría diez mil días para su
terminación, es decir, 27 años y cinco meses. Ante esto no hay mucho que decir.
Esta es la triste realidad de un México en que el ciudadano
común y corriente, con sus carencias, su falta de educación, su marginación, su
pobreza y su hambre es lo que menos importa a políticos encumbrados y aferrados
a sus nichos de poder viviendo una bonanza insultante.
Adolfo Camacho Gómez