Mexicali, B. C.

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viernes, 4 de julio de 2014

CARTA DE UN PADRE A SU HIJA


Querida hija:
Hace tiempo he querido hablarte sobre la felicidad, esa palabreja tan común pero tan importante para ustedes las mujeres. Por fin he decidido hacerlo. No espero que esto sea una enseñanza y menos un concejo, es solo una reflexión de un padre.
 Este concepto normalmente evoca un estado de ánimo, que asociamos a bienestar general, ausencia total de problemas, situación económica resuelta y un trato cotidiano amoroso con nuestros seres queridos y las demás personas. Es decir idílico.
Tratando de ser objetivo veremos cómo lo describe el diccionario de la real academia española: “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien, satisfacción, gusto, contento,  acontecimiento o suerte feliz”. Es tan complicada de definir esta palabra, que la propia Real Academia Española en su definición increíblemente incluye la propia palabra que define.
Como puedes ver, para empezar, habitualmente insistimos en darle un mayor sentido que la palabra en sí misma significa. Y que si nos detenemos un poco a pensar en ello, cuando hablamos de felicidad nos estamos refiriendo a un estado idílico, un sueño imposible de alcanzar y mantener cotidianamente. Hay muchas personas que sinceramente piensan de esta manera y como ese estado idílico no llega a hacerse realidad, permanentemente viven frustradas, amargadas y resentidas contra todo mundo, la vida, Dios, etc.
De hecho durante un solo día de nuestras vidas podemos pasar por muy diferentes estados de ánimo. Desde una feliz exaltación porque te habló por primera vez esa persona tan especial, hasta la absoluta decepción por no recibir las flores que esperabas.
Es necesario, para evitar frustraciones a lo largo de tu vida. Que entiendas que la felicidad es un estado de ánimo y que a fin de cuentas el balance de las cosas buenas o malas que vivimos en un día, en una semana, o en un año, nos permiten decir; hoy tuve un día bueno o esta semana fue fatal o este fue mi mejor año. 
Ya te diste cuenta que él término felicidad califica a veces un pasado reciente o un periodo largo de tiempo. Pero lo curioso es que también utilizamos este sentimiento para calificar nuestro estado de ánimo actual en función de hechos pasados y lo más sorprendente también  futuros:
Me siento feliz hoy porque mañana es mi cumpleaños y tendré una fiesta.
Me siento feliz hoy por que la semana que entra me gradúo.
Me siendo feliz hoy por que el mes que entra me caso.
O puede ser...
Me siento mal hoy porque mi cumpleaños no fue lo que esperaba.
Me siento mal hoy porque no me dieron el trabajo que quería.
Me siento mal hoy porque creo que mi marido me engaña.
Que también pudiera ser...
Me siento feliz hoy por que mi fiesta de cumpleaños fue fabulosa.
Me siento feliz hoy por que conseguí un magnífico puesto en una gran compañía.
Me siento feliz hoy por que mi matrimonio ha sido maravilloso.
Utilizamos pues la palabra felicidad para calificar el presente en relación del pasado y en función de las “expectativas” futuras.
Lo intrincado de este asunto es que normalmente explicamos nuestra felicidad, que es un sentimiento actual, más exactamente del instante actual, en relación a hechos pasados o por venir. Y nos regodeamos en ese estado de felicidad o infelicidad pero no utilizamos ese presente para perfeccionar o corregir ese estado, ese sentimiento.
Te hago estos comentarios, precisamente porque me he dado cuenta que ustedes las mujeres, ponen mucho mayor énfasis en el hecho de ser feliz o no. Para los hombres esta premisa no es tan importante. Más importante es para los hombres el logro de cosas, metas, objetivos. Lo cual se parece más a la definición del diccionario. (Tal vez esta definición la hizo un hombre) 
En el caso de las mujeres desde muy pequeñas, las mismas mujeres de su familia o de su entorno más cercano; la misma madre, abuelas, tías, amigas o compañeras de trabajo de la madre, etc.,  se encargan de ir forjando en las mentes de las pequeñas, que la vida tiene que ser feliz, pero feliz en el concepto amplísimo  que comenté antes, es decir, un estado permanente de ausencia de todo tipo de problemas y lleno de todas las satisfacciones habidas y por haber. El tan arraigado gran mito del príncipe azul, que por arte de magia se deberá presentar un día y rescatar a la princesa para llevarla a un lugar de ensueño.
Aunque parezca increíble, este gran mito, sigue siendo hoy en día tan arraigado como hace cientos de años. Este mito tiene sus raíces en la edad               media.                                                                                                              
Siendo lo anterior prácticamente imposible de ser una realidad, en el sentido de un perenne estado idílico, es inexplicable, cuando menos para mí, como se alienta esta idea a través de revistas, novelas,  radio, televisión y cine, pero sobre todo cómo es consumido y aceptado por las mujeres, dando como resultado, que el sueño del príncipe azul persista en forma muy generalizada en todos los estratos sociales. No puedo dejar de puntualizar, en este momento, que el famoso príncipe azul es en esta vida terrenal; el esposo, marido, amante o compañero. Y es por consiguiente, el que inevitablemente será el responsable de la infelicidad o felicidad de la dama.  

Resumiendo; la felicidad no es un estado de ánimo permanente. Sino un estado de ánimo actual y pasajero, que se irá modificando de acuerdo a las vivencias cotidianas de cada persona y su forma particular de enfrentarlas.
Si después de un buen número de años de casada te asomas a la sala y vez un sofá raído con un gordo calvo tirado en él con un bote de cerveza en la mano viendo el partido de fútbol, lo único que se te ocurre preguntarte es; cómo es posible que haya desperdiciado mi vida de esta manera. Pero piénsalo un poquito más, tal vez haya que hacer también una reflexión introspectiva  y en última instancia  hay que preguntarle también al gordo.
En la vida debes tratar siempre de encontrar, más bien, un estado de bienestar general donde inevitablemente habrá momentos de exultante regocijo como otros de impasible tristeza.
Ese estado de bien estar general que eventualmente lo podrás llamar felicidad, tal vez podrás lograrlo con algunas metas a seguir.
 Siendo congruente contigo misma. Esto es; lo que piensas y lo que haces debe ser lo mismo. Esto es importantísimo, si no deseas o no quieres algo tienes que actuar en ese sentido. En las mujeres, muchas veces, hacerlo es muy difícil. Y se debe a que por naturaleza tienen la tendencia de agradar a las demás personas. Aquí es importante diferenciar los deberes y obligaciones ineludibles, que por otra parte también tienen que ser aceptados conscientemente, de las opciones relacionadas con tu tiempo libre, aficiones, gustos, estudios, religión y educación. Si aceptas por compromiso o simplemente por agradar a otras personas, cosas que no son de tu agrado o te quitan tiempo para hacer lo que tú tienes planeado, o peor aún hacer o aceptar cosas que van en contra de tus principios, vas a confrontar tus sentimientos y se va a traducir en malestar emocional. Un poco o un mucho de egoísmo no es malo, es simplemente quererte a ti misma.
 Debes procurar cuidar siempre tu salud. Mientras más saludable te encuentres mayor bienestar vas a tener. Aquí interviene la situación económica que te comento más adelante. Únicamente te diré que deberás tener un respaldo económico para cuidar tú salud o bien tener la seguridad de contar con los servicios institucionales de salud. Mientras más saludable te encuentres mas podrás disfrutar de la vida y en consecuencia sentirte feliz. 

 El aspecto económico,  digan lo que digan, es de lo más importante. Por alguna razón, en general para el mexicano, el aspecto económico siempre lo tenemos en un segundo término, cuando debería estar en el centro de nuestra atención. Por lo tanto  será necesario tener un ingreso que te permita cubrir holgadamente tus necesidades básicas; alimentación, vestido, casa, salud y esparcimiento. Esto es más trascendental de lo que pudieras pensar. El ahorro es la base del bienestar futuro, nunca debes de olvidarlo. Debo decirte aquí, que aún estando casada debes mantener una independencia económica. Y la única forma verdadera de lograrlo es que tengas una fuente de ingreso propia. Y que hagas un patrimonio propio (ahorros, inversiones, inmuebles, etc.), con el consentimiento o sin el consentimiento de tu esposo, en otras palabras con el conocimiento o sin el conocimiento de tu esposo. El patrimonio del esposo es para el bienestar de su familia. El patrimonio de la mujer es para la mujer... ¡y no se diga más! Un hecho indiscutible es que para vivir bien en la vejes tienes por fuerza que ahorrar en tus años más productivos. Esto es una regla y tienes que seguirla al pie de la letra. 
Volviendo nuevamente a tu condición de mujer, muchas veces suelen dar por resuelta su situación económica cuando se casan. Esto tiene mucho que ver con aquella quimera del  príncipe azul. Creo que tú comprendes con toda objetividad que la realidad no es así, por lo que siempre debes de pensar en tu situación económica en forma independiente. Con tu dinero debes ser egoísta. Créeme, no es un pecado es una virtud, no olvides núnca esta premisa.
 La profesión. Sí haces una carrera profesional debes procurar ejercerla. Y no me refiero a que debe ser estrictamente la carrera cursada. Un estudio profesional aunque aparentemente te capacita para una actividad definida, en realidad te acerca un sin fin de conocimientos que te valoran para desarrollar una gran variedad de actividades.
Habiendo pasado el tiempo, no hay nada más frustrante que sentir que  se han desperdiciado muchos años de estudio y preparación.
En fin la vida tiene altas y bajas, nada es permanente, todo mundo; los famosos, los olvidados, los ricos, los pobres, los exitosos, los mediocres, los casados, los solteros, todo mundo tiene épocas buenas y malas, momentos alegres y tristes.
La clave consiste en entender que la vida es así y hacerle frente; con objetividad en la adversidad, siendo prudente en la bonanza, frugal en la escasez, magnánimo con el éxito, humilde en la riqueza, valiente en la pobreza.
A fin de cuentas la felicidad será el resultado de como enfrentamos la vida en cada situación, en cada momento, en cada reto. La felicidad no viene del exterior, es un sentimiento interior, únicamente de uno. Por eso la frase aquella de “sé cómo te sientes” es una frase hueca, se dice por cortesía o tratando sinceramente de ayudar, pero ¡No! Nadie sabe cómo te sientes, ni en la alegría ni en el dolor, es más, ni uno mismo lo puede explicar, cuantas veces has escuchado aquello de; no sé como decirlo, pero me siento muy feliz.
Con todo mi amor, papá.


Adolfo Camacho Gómez

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