El presidente del PAN y la asamblea del Distrito Federal ha propuesto aumentar los
salarios por decreto.
No me sorprende que los asambleístas del PRD y el PAN hagan una
propuesta de esta naturaleza porque con toda claridad se percibe que lo que
menos les interesa en este momento es beneficiar al trabajador y sus familias.
No de ninguna manera. Lo que les interesa en este momento es ganar escaños en la asamblea, ganar el mayor número de delegaciones y pelear por los municipios y estados en disputa en las próximas
elecciones del año 2015.
Solo espero que el PRI y Enrique Peña Nieto no se enganchen
y por llevar la delantera cometan el aberrante error de aumentar
por decreto los salarios.
Aunque muchos mexicanos no lo recuerden, no concibo que
nuestros representantes y menos el propio presidente desconozcan nuestra historia
económica más reciente.
Queriendo corregir un problema económico estructural,
originado básicamente por un gasto irracional, los presidentes Luis Echeverría,
José López Portillo, Miguel De Lamadrid y Carlos Salinas tomaron con singular irresponsabilidad esta medida, no una, sino dos o tres veces por
año y lo único que lograron fue crear la inflación jamás imaginada en México
que en lugar de ayudar al trabajador lo empobreció más. Pero las consecuencias no
se quedaron ahí. Como medida compensatoria los interese subieron hasta hacer
impagables las deudas. El peso se devaluaba todos los días. La caída del poder
adquisitivo provocó que la producción disminuyera hasta caer en recesión. Las deudas bancarias quedaron impagas
originando su virtual quiebra. Para solucionar esta encrucijada el gobierno
tuvo que recurrir al famoso rescate bancario. Una cajetilla de cigarros valía
12,000.00 pesos. Para tratar de minimizar ante los ojos de la gente esta monstruosidad
se recurrió al ilusionismo de emitir billetes nuevos con una quita de 3 ceros.
Todo aquello parece muy lejano, pero la realidad es que aún
estamos sufriendo sus secuelas. Por más que se quiera negar, las duras medidas
económicas tomadas por Ernesto Zedillo y la disciplina financiera de los
sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón han puesto a México de pie
nuevamente. Los políticos actuales no quieren recordar que las arcas de la
nación estaban vacías al inicio del sexenio de Ernesto Zedillo, quien tuvo que
solicitar un préstamo de emergencia a los Estados Unidos por 50 mil millones de dólares y que el presidente
Bill Clinton lo autorizó en contra de su propio congreso salvando a México de
una cesación de pagos de la deuda pública.
Hoy por hoy las reservas de México son las más altas habidas en su
historia y no gracias al PRI.
En la administración de Enrique Peña Nieto parece olvidarse
toda aquella tragedia. Pide y se le autoriza un déficit presupuestal y un
aumento en la deuda pública por arriba de lo razonable, Queriendo
equivocadamente con esta medida aumentar artificialmente el crecimiento
económico para cumplir su promesa del 5%. Pero ya se ve que nada se logra con
esto. El crecimiento disminuye y la inflación aumenta. Entonces La tentación
para el gobernante aparece como el dulce para un niño, aumentar por decreto los
salarios, cerrando con esto un círculo diabólico del cual es muy difícil salir.
Las medidas demagógicas son alegremente aceptadas por el
pueblo porque prometen un beneficio inmediato pero que a mediano plazo lo que entrañan
es sufrimiento.
Si no se tiene la capacidad de ver en nuestra propia
historia, basta voltear a Europa en la actualidad y ver a todos aquellos países
que irresponsablemente se endeudaron y despilfarraron sus recursos o voltear a
ver en nuestra América el infernal agujero en que se encuentran Venezuela y
Argentina. Y en el que Brasil se verá inmerso si no corrige rápidamente.
México no debe perminitir más endeudamiento nacional ni presupuestos deficitarios y no debe creer de nuevo en ese demagógico engaño de
gobernantes que no velan por el bienestar del pueblo sino solamente por sus
propios intereses.