Mexicali, B. C.

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Mexicali, B. C. México

lunes, 24 de marzo de 2025

LA VIOLENCIA EN MÉXICO: UN HORROR INENARRABLE.




En los últimos años, la violencia en México ha alcanzado niveles devastadores, sumiendo al país en una crisis humanitaria que parece no tener fin. Los datos oficiales, las historias de víctimas y la cotidianidad de la inseguridad reflejan una realidad que supera la ficción. Desde narcoviolencia y crimen organizado hasta feminicidios y secuestros, la escalada del terror ha dejado una huella imborrable en la sociedad mexicana.  

Un panorama desolador.

México registra cifras récord de homicidios dolosos, con más de 30,000 víctimas anuales en los últimos años. Ciudades como Tijuana, Juárez y Celaya se han convertido en epicentros de la barbarie, donde los enfrentamientos entre cárteles, las ejecuciones brutales y las fosas clandestinas son pan de cada día. Además, la impunidad ronda el 90%, lo que perpetúa un ciclo de violencia sin justicia.  

El impacto social y humano.

La violencia no solo se mide en números, sino en el trauma colectivo. Familias destrozadas, desplazamientos forzados y comunidades enteras sometidas por el miedo son consecuencias directas. Los feminicidios, con un promedio de 10 mujeres asesinadas al día, evidencian otra faceta de la crisis: la normalización de la violencia de género en un país donde la justicia suele ser esquiva para las víctimas.  

Fallidas estrategias de seguridad. 

A pesar de las promesas gubernamentales, las estrategias para combatir el crimen han sido inconsistentes. La militarización, la corrupción institucional y la infiltración del narcotráfico en las estructuras del Estado han minado cualquier avance. Mientras tanto, la población civil queda atrapada entre dos fuegos: la delincuencia y la desconfianza en las autoridades.  


¿Hay salida?

Urgen políticas integrales que ataquen las raíces del problema: pobreza, desigualdad y falta de oportunidades. Pero también se requiere voluntad política, cooperación internacional y una sociedad que exija cambios sin normalizar la violencia. México no puede seguir acostumbrándose al horror. La esperanza, aunque frágil, debe traducirse en acción antes de que el caos sea irreversible.  


La violencia en México ya no es solo una noticia: es una herida abierta que demanda atención inmediata antes de que lo inenarrable se vuelva irreparable.