López Obrador inició su
administración cancelando un aeropuerto en la Ciudad de México que sería, si no
el más grande, sí uno de los más grandes de toda América. Lo sustituyó por un
aeropuerto que solamente tiene 14 puertas (espacios para recibir aviones)
contra 84 puertas que en un inicio tendría el aeropuerto cancelado. El
aeropuerto Felipe Ángeles, como se nombró al aeropuerto construido por López
Obrador, es un aeropuerto que bien podría quedar en el rango de regional y fue
inaugurado sin haber terminado la comunicación terrestre (tren y autopista). A
poco más de un año de su inauguración se aprecia desolado con solo entre 15 y
20 operaciones al día, como consecuencia pierde 4 millones de pesos diarios en su operación.
Las otras 2 magnas obras de López
Obrador, la refinería Dos Bocas y el Tren Maya, ambas aún sin terminar,
correrán sin dudarlo la misma suerte y se convertirán en un sumidero de
pérdidas. La razón es que estas obras se iniciaron sin haber elaborado con toda
anticipación un proyecto de viabilidad financiera. Se dice que el aeropuerto Felipe
Ángeles le fue propuesto a López Obrador sobre una mesa de restaurante en una
servilleta de papel.
Pero, que tienen que ver estas obras con
el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro. Su relación es que tanto éste
como las otras se pensaron como detonantes de desarrollo y por supuesto la
creación de empleo. La tragedia es que no ha sucedido ni lo uno ni lo otro.
El programa de Jóvenes Construyendo el
Futuro tenía el objetivo de dar una oportunidad de trabajo de los “ninis”, a aquellos
jóvenes que ni trabajan ni estudian. Sucintamente, se trataba
de dar una oportunidad a aquellos jóvenes que desertaron de la escuela y no
encuentran trabajo. Consistía en que toda clase de empresas, desde las más
grandes hasta pequeños comercios y talleres, emplearan a estos jóvenes como
aprendices durante un lapso de 12 meses en calidad de aprendices, no
repetibles.
Un problema de origen fue que, como
todo lo que ha hecho la administración de López Obrador, se echó a andar el programa
sin reglas de operación y sin un mecanismo de supervisión. En el primer año de
su operación la Secretaría de la función pública federal detectó una desviación
de 28 millones de pesos. Se encontró que se registraron al programa negocios
inexistentes, donde se inscribieron como beneficiarios a hijos y sobrinos del
supuesto propietario. Propietarios que se registraron como beneficiarios del
programa. Personas que recibían tanto beca del programa para estudiantes Benito
Juárez como de Jóvenes Construyendo el Futuro. Personas que estaban registradas
en empresas pero que no se presentaban a trabajar. Es decir, falsas empresas y
falsos aprendices. Se llegó al extremo que, la corrupción se dio también al
interior de la Secretaría del Trabajo, delegados y subdelegados metieron en el
programa a sus trabajadores del hogar choferes y familiares. Aún con todas
estas anomalías en su primer año no se logró el objetivo de integrar al
programa 2 millones de personas, solo se inscribieron 800 mil. Fue tan obvio el
fracaso que para el segundo año el presupuesto se redujo a la mitad.
El otro problema es la obsesión de
López Obrador de aparecer como el origen de todos los favores, dar dinero
directamente desde el gobierno federal haciendo creer a los beneficiarios que
proviene directamente de él y de esa propaganda se encargan sus promotores
llamados, demagógicamente, siervos de la nación. Y donde hay dinero, para
repartir a manos llenas, sin reglas de operación y sin supervisión, es inevitable
que la corrupción florezca y se desparrame.
Por último, el odio que López Obrador
no disimula hacia la iniciativa privada, ligado a lo anterior, su necesidad de
que la gente crea que todos los favores provienen directamente de él, evitó
inevitablemente que el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro tuviera algún
éxito. Porque el sentido correcto hubiera sido que los empresarios contrataran
directamente a los jóvenes y que el gobierno retribuyera a las empresas
mediante un subsidio sobre las prestaciones laborales (los costos de Seguro
Social, Fondo de Vivienda y Fondo de Pensión). De esta manera habría un control
tanto de las empresas como del gobierno y los aprendices se integrarían formalmente
a las empresas. Pero de la forma en se ejecutó el programa y se sigue
ejecutando, ni las empresas tienen control sobre los aprendices ni éstos se
sienten obligados ante aquellas por qué su ingreso no lo reciben de la empresa
sino del gobierno directamente. Vamos, no vaya a ser que los beneficiarios
sientas más agradecimiento hacia la empresa que hacia López Obrador, eso jamás
lo permitiría. La realidad es que es un programa clientelar que tiene objetivo electoral.
En este programa, como en otros que
se trata de apoyar a la población más vulnerable, más desprotegida o con más
carencias, el sello de la Cuarta Transformación de López Obrador, que nadie, bien
a bien, puede explicar de qué se trata, es la ineficiencia y la corrupción.
Adolfo
Camacho Gómez.