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lunes, 3 de julio de 2023

EL FRACASO DE JÓVENES CONSTRUYENDO EL FUTURO

 


López Obrador inició su administración cancelando un aeropuerto en la Ciudad de México que sería, si no el más grande, sí uno de los más grandes de toda América. Lo sustituyó por un aeropuerto que solamente tiene 14 puertas (espacios para recibir aviones) contra 84 puertas que en un inicio tendría el aeropuerto cancelado. El aeropuerto Felipe Ángeles, como se nombró al aeropuerto construido por López Obrador, es un aeropuerto que bien podría quedar en el rango de regional y fue inaugurado sin haber terminado la comunicación terrestre (tren y autopista). A poco más de un año de su inauguración se aprecia desolado con solo entre 15 y 20 operaciones al día, como consecuencia pierde 4 millones de pesos diarios en su operación.

Las otras 2 magnas obras de López Obrador, la refinería Dos Bocas y el Tren Maya, ambas aún sin terminar, correrán sin dudarlo la misma suerte y se convertirán en un sumidero de pérdidas. La razón es que estas obras se iniciaron sin haber elaborado con toda anticipación un proyecto de viabilidad financiera. Se dice que el aeropuerto Felipe Ángeles le fue propuesto a López Obrador sobre una mesa de restaurante en una servilleta de papel.

Pero, que tienen que ver estas obras con el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro. Su relación es que tanto éste como las otras se pensaron como detonantes de desarrollo y por supuesto la creación de empleo. La tragedia es que no ha sucedido ni lo uno ni lo otro.

El programa de Jóvenes Construyendo el Futuro tenía el objetivo de dar una oportunidad de trabajo de los “ninis”, a aquellos jóvenes que ni trabajan ni estudian. Sucintamente, se trataba de dar una oportunidad a aquellos jóvenes que desertaron de la escuela y no encuentran trabajo. Consistía en que toda clase de empresas, desde las más grandes hasta pequeños comercios y talleres, emplearan a estos jóvenes como aprendices durante un lapso de 12 meses en calidad de aprendices, no repetibles.

Un problema de origen fue que, como todo lo que ha hecho la administración de López Obrador, se echó a andar el programa sin reglas de operación y sin un mecanismo de supervisión. En el primer año de su operación la Secretaría de la función pública federal detectó una desviación de 28 millones de pesos. Se encontró que se registraron al programa negocios inexistentes, donde se inscribieron como beneficiarios a hijos y sobrinos del supuesto propietario. Propietarios que se registraron como beneficiarios del programa. Personas que recibían tanto beca del programa para estudiantes Benito Juárez como de Jóvenes Construyendo el Futuro. Personas que estaban registradas en empresas pero que no se presentaban a trabajar. Es decir, falsas empresas y falsos aprendices. Se llegó al extremo que, la corrupción se dio también al interior de la Secretaría del Trabajo, delegados y subdelegados metieron en el programa a sus trabajadores del hogar choferes y familiares. Aún con todas estas anomalías en su primer año no se logró el objetivo de integrar al programa 2 millones de personas, solo se inscribieron 800 mil. Fue tan obvio el fracaso que para el segundo año el presupuesto se redujo a la mitad.

El otro problema es la obsesión de López Obrador de aparecer como el origen de todos los favores, dar dinero directamente desde el gobierno federal haciendo creer a los beneficiarios que proviene directamente de él y de esa propaganda se encargan sus promotores llamados, demagógicamente, siervos de la nación. Y donde hay dinero, para repartir a manos llenas, sin reglas de operación y sin supervisión, es inevitable que la corrupción florezca y se desparrame.

Por último, el odio que López Obrador no disimula hacia la iniciativa privada, ligado a lo anterior, su necesidad de que la gente crea que todos los favores provienen directamente de él, evitó inevitablemente que el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro tuviera algún éxito. Porque el sentido correcto hubiera sido que los empresarios contrataran directamente a los jóvenes y que el gobierno retribuyera a las empresas mediante un subsidio sobre las prestaciones laborales (los costos de Seguro Social, Fondo de Vivienda y Fondo de Pensión). De esta manera habría un control tanto de las empresas como del gobierno y los aprendices se integrarían formalmente a las empresas. Pero de la forma en se ejecutó el programa y se sigue ejecutando, ni las empresas tienen control sobre los aprendices ni éstos se sienten obligados ante aquellas por qué su ingreso no lo reciben de la empresa sino del gobierno directamente. Vamos, no vaya a ser que los beneficiarios sientas más agradecimiento hacia la empresa que hacia López Obrador, eso jamás lo permitiría. La realidad es que es un programa clientelar que tiene objetivo electoral.

En este programa, como en otros que se trata de apoyar a la población más vulnerable, más desprotegida o con más carencias, el sello de la Cuarta Transformación de López Obrador, que nadie, bien a bien, puede explicar de qué se trata, es la ineficiencia y la corrupción.

 

Adolfo Camacho Gómez.

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