Mexicali, B. C.

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Mexicali, B. C. México

domingo, 2 de noviembre de 2014

UN PEDAZO DE MADERA.


UN PEDAZO DE MADERA.

Veo que la vida pasa frente a nuestros ojos sin ser conscientes o sin querer serlo,  que solo somos  un pasajero más.

Por eso captó mi atención ese  viejo y olvidado pedazo de madera sobre las mansas y pequeñas olas en la escondida ensenada, que con puntual regularidad lo llevan a un lado para luego regresarlo… una y otra vez.

Regreso la tarde siguiente y ahí continua el viejo madero con su ir y venir interminable desgastándose sobre la arena. ¿Qué lo trajo hasta aquí? ¿De dónde viene?  ¿A qué pertenecía? ¿Cuándo dejó de ser útil para convertirse en ese olvidado y gastado pedazo de madera a la deriva? ¿Fue alguna vez la parte vital de la estructura de una casa… o de sus cimientos… o de sus paredes? ¿Integró la fina estructura de un elegante escritorio en una gran oficina o del discreto banco del carpintero que lo construyó? ¿Fue un banco de escuela o una alacena? ¿Fue la mesa de los sagrados alimentos o la cama del merecido descanso? Y que podemos saber del árbol que le dio origen ¿De dónde proviene? ¿Cuántos años formó una sola unidad con la tierra, hasta que fue arrancado de ella?

Lo cierto es que aún no ha tenido el honor de terminar en la hornilla, dando un cálido y protector abrigo a sus verdugos, para de esta manera reintegrarse al universo.

Tal vez su tiempo no ha llegado… aún, pero de algún modo u otro llegará.
Mientras tanto seguirá a la deriva flotando sobre las olas, olas que no son conscientes de su propio movimiento, sin embargo ahí están meciéndose de un lado a otro, ¿Para qué quieren saber quién o que impulsa su mecánico movimiento? No lo necesitan. Para que quieren saber que son el resultado de la interacción del indisoluble lazo de las rotaciones de la tierra y la luna, que es a su vez el resultado de la rotación de ambas alrededor del sol, que a su vez es el resultado de la rotación del sol alrededor de una galaxia de proporciones inimaginables, que a su vez es una entre más de cien mil millones de otras tantas que a su vez juegan un baile entre todas ellas. Y allá muy lejos en la infinitud de cientos de miles de millones de galaxias, en una olvidada orilla de una de ellas, hay un sol que aferra a un planeta con su luna, donde en una minúscula ensenada se sienta un hombre viejo a ver el movimiento de las olas que arrastran en un va y ven interminable un pedazo de madera.


Adolfo Camacho Gómez