Nicolás Maduro Presidente de Venezuela |
Aunque ya una vez me dijeron que me ocupara de los problemas
de México y no de los de Venezuela. Reitero una vez más mi terquedad.
Hace unos días se llevó a cabo el inicio del juicio en
contra de Leopoldo López, líder de la oposición en Venezuela, preso desde el 19 de febrero, y según lo que
pudo trascender por medio de sus abogados, ya que la prensa no tuvo acceso, la fiscalía
no ofreció ninguna prueba contundente que demuestren su culpabilidad. Simplemente
se reitera que su liderazgo, su denuncia
y manifestación pública en contra del sistema que continúa imponiendo el presidente Nicolás Maduro es
contra la ley. Contra toda opinión lógica la jueza que tiene vista del caso
ordenó su formal prisión.
Leopoldo López siendo apresado |
Nicolás Maduro está en una encrucijada de su vida como
presidente de Venezuela. Una encrucijada que lo marcará, para bien o para mal, en
la historia. Nicolás Maduro aún tiene en sus manos la posibilidad de demostrar
a su pueblo y al mundo la clase de estadista que puede ser.
Para nadie es un secreto que atrás de la presidencia de
Nicolás Maduro hay una mano cubana que mece la cuna. Es más que evidente cómo sistemáticamente
se han ido implementando en Venezuela
uno a uno los métodos comunistas o castristas, como le parezca a usted
mejor llamarlos. La colectivización de
la tierra mediante la expropiación o confiscación. La estatización de entidades
industriales y financieras. La supresión de las libertades de prensa, radio y
televisión. La prohibición de expresar
libre y públicamente las ideas contrarias al régimen, calificándolas de
traición a la patria. El establecimiento de una policía política. La imposición
de libros de texto donde se trata de instalar en la tierna y maleable conciencia
del niño ideas contrarias a las de sus padres.
Para Nicolás Maduro debe ser muy difícil deshacerse de la
presión cubana que parece ya haber sentado sus reales en Venezuela, cuya
premisa es la represión; reprimir y seguir reprimiendo hasta que desaparezca
todo vestigio de disidencia. Pero si es
un hombre sensato debe darse cuenta que uno de los más importantes desacuerdos con
su pueblo es la injerencia Castro-cubana. Ningún pueblo de ninguna nación
acepta de buen grado la injerencia de otro en su vida cotidiana, en su cultura
y menos en su gobierno. Una muestra de ello es la independencia de todos los
pueblos de América, la descolonización de muchos pueblos de África, India y
China, y más recientemente la liberación del yugo de la Unión Soviética de
tantos pueblos europeos.
Tener preso a Leopoldo López es una sinrazón, que muy
probablemente es una medida tomada por el asesoramiento Castro-cubano. Pero lo que tal vez quiso evitar el asesor
Castro-cubano, ya es irremediablemente una realidad. Leopoldo López ya es para el
mundo un preso de conciencia. Guardando y respetando toda proporción comparativa,
es una semejanza de Martín Luther King, Nelson Mandela o Lech Walesa.
Es verdad, Nicolás Maduro fue electo presidente, aunque en
unas elecciones muy cuestionadas, a lo cual no soy ajeno, pues en México
sabemos bastante de eso. Solo que la inconformidad por unas elecciones muy
apretadas se unió a un descontento popular que se venía gestando de años atrás
hasta llegar a la situación que hoy prevalece.
Mi opinión es que Nicolás Maduro debe ser valiente y deshacerse
de la injerencia Castro-cubana y ordenar dejar en libertad a todos los presos
de conciencia y convocar a nuevas elecciones. Lo que, aunque parezca increíble,
le favorece enormemente.
Me explico. Aunque en América Latina nunca se ha dado, o
cuando menos eso creo, el dar un paso de costado de un presidente o un primer
ministro cuando su popularidad es tan baja o tan cuestionada que le es
imposible gobernar por medios que no sean represivos, en Europa es una práctica común. Que Nicolás Maduro lo hiciera en estos
momentos en América Latina lo convertiría en un estadista de talla mundial.
Propiciar unas elecciones limpias y permitir que Leopoldo
López o cualquier otro personaje lleguen a la presidencia estaría dejando en
manos de cualquiera de ellos un enorme compromiso, ya que debe reconocerlo y
bien que lo sabe, que económicamente Venezuela está en una situación deplorable,
y que será muy difícil revertirla en corto tiempo.
Nicolás Maduro podría conservar su nicho en la historia o
desde la oposición ser un crítico, con libertades que el mismo hoy impide, para
proyectarse nuevamente a una elección popular y llegar al poder legitimado,
pero cancelando de una vez y para siempre la tentación de institucionalizar una
dictadura con reelecciones perenes.
Nicolás Maduro tiene en sus manos, como pocos, la decisión de establecer su lugar en la
historia.
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