Mañana inicia el campeonato de futbol en Brasil. El primer
partido se desarrollará en el nuevo estadio construido ex profeso para este
campeonato el “Arena Corinthias”, entre el Anfitrión Brasil y Croacia.
Me es imposible ignorar el máximo evento futbolero y no
puedo más que añorar esa leal lucha por un balón sobre la alfombra verde e
inevitablemente recordar esos primeros años en que fui subyugado por la pasión
del deporte más popular del mundo.
A mis sesenta y seis años me es imposible, como otras muchas cosas, echar una buena carrera y cuando digo una buena carrera, me refiero a esas carreras detrás de un balón de futbol.
A mis sesenta y seis años me es imposible, como otras muchas cosas, echar una buena carrera y cuando digo una buena carrera, me refiero a esas carreras detrás de un balón de futbol.
Recibes el balón y en una
fracción de segundo tu visión periférica trasmite al cerebro tu situación, la
posición de tus compañeros y la de tus oponentes, la adrenalina en ese momento
está al máximo, tienes que decidir… ¿pasas el balón o avanzas con él? Vez un
resquicio en la defensa del equipo contrario, decides correr con el balón, entonces
golpeas el balón con la parte interna del pie, —el golpe tiene que ser preciso,
si lo adelantas demasiado probablemente vaya a parar a los pies de un
contrario, si lo adelantas muy poco con toda seguridad ya tienes encima uno o
dos contrincantes— Saltas la pierna del contrincante que llega instantes
después de haber tocado el balón y aceleras al máximo, sientes tu respiración
llenar todo tu cuerpo, los tacos de tus zapatos se clavan en el pasto una y
otra vez, tu contrincante te sigue a una
zancada, llegas de nuevo al balón primero que nadie y repites la acción, otro
golpe al balón y otra aceleración, ahora más rápida que la anterior, primero
veinte metros, luego quince más, para enseguida detenerte en seco, driblas con
el balón a la derecha y el contrincante que te seguía pasa por tu costado
engañado por tu acción sin poder detenerse pero también sin antes estirar la
pierna para golpear tu pantorrilla, aguantas el golpe, el dolor casi te
paraliza pero logras superarlo, avanzas dos pasos más y pateas el balón
fuertemente con el pie derecho pasando el balón a tu compañero que viene a toda velocidad por el lado
izquierdo de la cancha, quien lo recibe matándolo con el pecho y lo deja muerto
sobre el pasto, y en una fracción de segundo dispara hacia la portería… el balón
es rechazado por un jugador defensivo hasta medio campo… apenas respiras a todo
pulmón e inicias el regreso con una carrera de sesenta metros en unos segundos…
y continúas así durante noventa minutos. Al final hay un equipo ganador y otro
perdedor, pero en este partido no se juega ningún campeonato, hemos jugado por
el simple gusto de jugar, habrá otros más para ganar o perder. En esa añorada
infancia aún mi cuerpo no reconoce el agotamiento, podría iniciar en ese
instante un partido más.
Era tal vez final de 1958, yo
tenía 10 años, iba acompañando a mi papá a algo muy importante para él,
llegamos al campo Necaxa (Mexicali), el lugar estaba lleno de gente, las pocas gradas
estaban ocupadas, así que tuvimos que quedarnos parados con la muchedumbre que
ocupaba el centro de la cancha. En la portería sur habían instalado una gran
lona cuadrada que se movía con el aire, esperamos por un tiempo que a mí me
pareció interminable, la gente aglomerada se había puesto inquieta, los gritos
y los chiflidos no cesaban, yo estaba realmente molesto y cansado. Por fin la
pantalla se iluminó con una película — en blanco y negro— de un partido de
futbol. La pantalla de lona se ondulaba como un trapo al viento, la gente a mi
alrededor me obstruía la visión y para colmo de males la imagen proyectada era
borrosa, en esas condiciones lo que podía apreciar era poco, sin embargo la
gente gritaba, que digo gritaba, rugía… es él, es él, es él. Por fin terminó
todo, yo no supe bien a bien en ese momento que sucedió.
El tiempo y los comentarios que se sucedieron por días o tal vez semanas me hizo comprender que lo que había visto era nada menos que fragmentos de un partido de la copa mundial de futbol celebrada en Suecia, que tal vez un aficionado, que había tenido la fortuna de asistir, había grabado en con una cámara de 8mm, con la cual capturó a un excepcional muchacho que contaba con apenas 8 años más que yo, que jugaba para el equipo brasileño y que se enfrentaba al equipo sueco en el partido por el campeonato mundial, el resultado final fue 5:2 a favor del equipo brasileño, y que ese muchacho anotó para Brasil dos de los cinco goles. Poco después su nombre empezó a ser mencionado una y mil veces alrededor del mundo… era Pelé.
El tiempo y los comentarios que se sucedieron por días o tal vez semanas me hizo comprender que lo que había visto era nada menos que fragmentos de un partido de la copa mundial de futbol celebrada en Suecia, que tal vez un aficionado, que había tenido la fortuna de asistir, había grabado en con una cámara de 8mm, con la cual capturó a un excepcional muchacho que contaba con apenas 8 años más que yo, que jugaba para el equipo brasileño y que se enfrentaba al equipo sueco en el partido por el campeonato mundial, el resultado final fue 5:2 a favor del equipo brasileño, y que ese muchacho anotó para Brasil dos de los cinco goles. Poco después su nombre empezó a ser mencionado una y mil veces alrededor del mundo… era Pelé.
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