Hace tiempo he querido hablarte sobre la
felicidad, esa palabreja tan común pero tan importante para ustedes las mujeres. Por fin he decidido hacerlo. No espero que esto sea una enseñanza y menos un concejo, es solo una reflexión de un padre.
Este concepto normalmente evoca un estado de ánimo, que asociamos a
bienestar general, ausencia total de problemas, situación económica resuelta y
un trato cotidiano amoroso con nuestros seres queridos y las demás personas. Es
decir idílico.
Tratando de ser objetivo veremos cómo
lo describe el diccionario de la real academia española: “Estado del ánimo que
se complace en la posesión de un bien, satisfacción, gusto, contento, acontecimiento o suerte feliz”. Es tan
complicada de definir esta palabra, que la propia Real Academia Española en su
definición increíblemente incluye la propia palabra que define.
Como puedes ver, para empezar,
habitualmente insistimos en darle un mayor sentido que la palabra en sí misma
significa. Y que si nos detenemos un poco a pensar en ello, cuando hablamos de
felicidad nos estamos refiriendo a un estado idílico, un sueño imposible de
alcanzar y mantener cotidianamente. Hay muchas personas que sinceramente
piensan de esta manera y como ese estado idílico no llega a hacerse realidad, permanentemente
viven frustradas, amargadas y resentidas contra todo mundo, la vida, Dios, etc.
De hecho durante un solo día de
nuestras vidas podemos pasar por muy diferentes estados de ánimo. Desde una
feliz exaltación porque te habló por primera vez esa persona tan especial,
hasta la absoluta decepción por no recibir las flores que esperabas.
Es necesario, para evitar
frustraciones a lo largo de tu vida. Que entiendas que la felicidad es un
estado de ánimo y que a fin de cuentas el balance de las cosas buenas o malas
que vivimos en un día, en una semana, o en un año, nos permiten decir; hoy tuve
un día bueno o esta semana fue fatal o este fue mi mejor año.
Ya te diste cuenta que él término
felicidad califica a veces un pasado reciente o un periodo largo de tiempo.
Pero lo curioso es que también utilizamos este sentimiento para calificar
nuestro estado de ánimo actual en función de hechos pasados y lo más
sorprendente también futuros:
Me siento feliz hoy porque mañana es
mi cumpleaños y tendré una fiesta.
Me siento feliz hoy por que la semana
que entra me gradúo.
Me siendo feliz hoy por que el mes que
entra me caso.
O puede ser...
Me siento mal hoy porque mi cumpleaños
no fue lo que esperaba.
Me siento mal hoy porque no me dieron el
trabajo que quería.
Me siento mal hoy porque creo que mi marido me
engaña.
Que también pudiera ser...
Me siento feliz hoy por que mi fiesta
de cumpleaños fue fabulosa.
Me siento feliz hoy por que conseguí
un magnífico puesto en una gran compañía.
Me siento feliz hoy por que mi
matrimonio ha sido maravilloso.
Utilizamos pues la palabra felicidad
para calificar el presente en relación del pasado y en función de las “expectativas”
futuras.
Lo intrincado de este asunto es que
normalmente explicamos nuestra felicidad, que es un sentimiento actual, más exactamente
del instante actual, en relación a hechos pasados o por venir. Y nos regodeamos
en ese estado de felicidad o infelicidad pero no utilizamos ese presente para
perfeccionar o corregir ese estado, ese sentimiento.
Te hago estos comentarios,
precisamente porque me he dado cuenta que ustedes las mujeres, ponen mucho
mayor énfasis en el hecho de ser feliz o no. Para los hombres esta premisa no
es tan importante. Más importante es para los hombres el logro de cosas, metas,
objetivos. Lo cual se parece más a la definición del diccionario. (Tal vez esta
definición la hizo un hombre)
En el caso de las mujeres desde muy
pequeñas, las mismas mujeres de su familia o de su entorno más cercano; la
misma madre, abuelas, tías, amigas o compañeras de trabajo de la madre,
etc., se encargan de ir forjando en las
mentes de las pequeñas, que la vida tiene que ser feliz, pero feliz en el
concepto amplísimo que comenté antes, es
decir, un estado permanente de ausencia de todo tipo de problemas y lleno de
todas las satisfacciones habidas y por haber. El tan arraigado gran mito del
príncipe azul, que por arte de magia se deberá presentar un día y rescatar a la
princesa para llevarla a un lugar de ensueño.
Aunque parezca increíble, este gran
mito, sigue siendo hoy en día tan arraigado como hace cientos de años. Este
mito tiene sus raíces en la edad media.
Siendo lo anterior prácticamente
imposible de ser una realidad, en el sentido de un perenne estado idílico, es inexplicable, cuando menos para mí, como se
alienta esta idea a través de revistas, novelas, radio, televisión y cine, pero sobre todo cómo
es consumido y aceptado por las mujeres, dando como resultado, que el sueño del
príncipe azul persista en forma muy generalizada en todos los estratos
sociales. No puedo dejar de puntualizar, en este momento, que el famoso
príncipe azul es en esta vida terrenal; el esposo, marido, amante o compañero.
Y es por consiguiente, el que inevitablemente será el responsable de la
infelicidad o felicidad de la dama.
Resumiendo; la felicidad no es un
estado de ánimo permanente. Sino un estado de ánimo actual y pasajero, que se
irá modificando de acuerdo a las vivencias cotidianas de cada persona y su
forma particular de enfrentarlas.
Si después de un buen número de años
de casada te asomas a la sala y vez un sofá raído con un gordo calvo tirado en
él con un bote de cerveza en la mano viendo el partido de fútbol, lo único que se te
ocurre preguntarte es; cómo es posible que haya desperdiciado mi vida de esta
manera. Pero piénsalo un poquito más, tal vez haya que hacer también una
reflexión introspectiva y en última
instancia hay que preguntarle también al
gordo.
En la vida debes tratar siempre de
encontrar, más bien, un estado de bienestar general donde inevitablemente habrá
momentos de exultante regocijo como otros de impasible tristeza.
Ese estado de bien estar general que
eventualmente lo podrás llamar felicidad, tal vez podrás lograrlo con algunas metas a seguir.
Siendo congruente contigo
misma. Esto es; lo que piensas y lo que haces debe ser lo mismo. Esto es
importantísimo, si no deseas o no quieres algo tienes que actuar en ese
sentido. En las mujeres, muchas veces, hacerlo es muy difícil. Y se debe a que
por naturaleza tienen la tendencia de agradar a las demás personas. Aquí es
importante diferenciar los deberes y obligaciones ineludibles, que por otra
parte también tienen que ser aceptados conscientemente, de las opciones
relacionadas con tu tiempo libre, aficiones, gustos, estudios, religión y
educación. Si aceptas por compromiso o simplemente por agradar a otras
personas, cosas que no son de tu agrado o te quitan tiempo para hacer lo que tú
tienes planeado, o peor aún hacer o aceptar cosas que van en contra de tus
principios, vas a confrontar tus sentimientos y se va a traducir en malestar
emocional. Un poco o un mucho de egoísmo no es malo, es simplemente quererte a ti misma.
Debes procurar cuidar siempre
tu salud. Mientras más saludable te encuentres mayor bienestar vas a tener.
Aquí interviene la situación económica que te comento más adelante. Únicamente
te diré que deberás tener un respaldo económico para cuidar tú salud o bien
tener la seguridad de contar con los servicios institucionales de salud.
Mientras más saludable te encuentres mas podrás disfrutar de la vida y en consecuencia sentirte feliz.
El aspecto económico, digan
lo que digan, es de lo más importante. Por alguna razón, en general para el
mexicano, el aspecto económico siempre lo tenemos en un segundo término, cuando
debería estar en el centro de nuestra atención. Por lo tanto será necesario tener un ingreso que te
permita cubrir holgadamente tus necesidades básicas; alimentación, vestido,
casa, salud y esparcimiento. Esto es más trascendental de lo que pudieras pensar. El ahorro es
la base del bienestar futuro, nunca debes de olvidarlo. Debo decirte aquí, que
aún estando casada debes mantener una independencia económica. Y la única forma
verdadera de lograrlo es que tengas una fuente de ingreso propia. Y que hagas
un patrimonio propio (ahorros, inversiones, inmuebles, etc.), con el
consentimiento o sin el consentimiento de tu esposo, en otras palabras con el
conocimiento o sin el conocimiento de tu esposo. El patrimonio del esposo es
para el bienestar de su familia. El patrimonio de la mujer es para la mujer...
¡y no se diga más! Un hecho indiscutible es que para vivir bien en la vejes
tienes por fuerza que ahorrar en tus años más productivos. Esto es una regla y
tienes que seguirla al pie de la letra.
Volviendo nuevamente a tu condición de
mujer, muchas veces suelen dar por resuelta su situación económica cuando se
casan. Esto tiene mucho que ver con aquella quimera del príncipe azul. Creo que tú comprendes con toda
objetividad que la realidad no es así, por lo que siempre debes de pensar en tu
situación económica en forma independiente. Con tu dinero debes ser egoísta.
Créeme, no es un pecado es una virtud, no olvides núnca esta premisa.
La profesión. Sí haces una
carrera profesional debes procurar ejercerla. Y no me refiero a que debe ser
estrictamente la carrera cursada. Un estudio profesional aunque aparentemente
te capacita para una actividad definida, en realidad te acerca un sin fin de
conocimientos que te valoran para desarrollar una gran variedad de actividades.
Habiendo pasado el tiempo, no hay nada
más frustrante que sentir que se han
desperdiciado muchos años de estudio y preparación.
En fin la vida tiene altas y bajas,
nada es permanente, todo mundo; los famosos, los olvidados, los ricos, los
pobres, los exitosos, los mediocres, los casados, los solteros, todo mundo
tiene épocas buenas y malas, momentos alegres y tristes.
La clave consiste en entender que la
vida es así y hacerle frente; con objetividad en la adversidad, siendo prudente en
la bonanza, frugal en la escasez, magnánimo con el éxito, humilde en la
riqueza, valiente en la pobreza.
A fin de cuentas la felicidad será el
resultado de como enfrentamos la vida en cada situación, en cada momento, en
cada reto. La felicidad no viene del exterior, es un sentimiento interior,
únicamente de uno. Por eso la frase aquella de “sé cómo te sientes” es una
frase hueca, se dice por cortesía o tratando sinceramente de ayudar, pero ¡No!
Nadie sabe cómo te sientes, ni en la alegría ni en el dolor, es más, ni uno
mismo lo puede explicar, cuantas veces has escuchado aquello de; no sé como decirlo, pero me siento muy
feliz.
Con todo mi amor, papá.