No es fácil desentrañar el pensamiento del presidente de México, pero hay algunos indicios que podemos extraer de una experiencia antigua en la ya desaparecida Unión Soviética.
Trofim
Denísovich Lysenko, fue un ingeniero agrónomo soviético, que por los años 30
del siglo pasado desarrolló una línea de investigación de la genética, conocida
como lysenkoismo, contraria a la ciencia que en esos momentos se estaba
desarrollando. (Existe profusa bibliografía sobre los errores fundamentales del lysenkoismo, pero indagar en ellos no es el propósito de estos comentarios), así
que, de alguna manera convenció al dictador Josef Stalin de que sus
investigaciones iban acordes y afirmaban las ideas marxistas. Además, Stalin
estaba desesperado por encontrar soluciones mágicas que mitigarán el hambre por
la escasez de granos ocasionada por su terrible dictado de acabar con los
Kulaks en Ucrania, causando con ello la muerte por hambruna de millones de
personas. Aunque su falsa ciencia en la práctica fue un desastre, que provocó
una escasez mayor de granos de la que ya existía, dicho fracaso fue negado por
el Estado Soviético, que no podía aceptar un fracaso de tal dimensión. En
cambió fue nombrado director de la Academia de Ciencias Agrícolas de la Unión
Soviética (¿Le recuerda acciones similares de algún gobernante nuestro?). Aún después de
la muerte de Stalin en 1953, Lysenko mantuvo, más o menos, la confianza del
sucesor de Stalin, Nikita Jrushchov, hasta que el mandato de éste empezó a
debilitarse por los años de 1962 y 1963 y los verdaderos científicos pudieron
expresar con cierta libertad el rechazo de esa seudo ciencia. Lysenko, ya sin
poder y desprestigiado, conservó una pequeña oficina en la Academia de Ciencias
Agrícolas.
Por
increíble que parezca, quién salvó a la Unión Soviética de la hambruna fue
Estados Unidos, que les vendió millones de toneladas de granos, principalmente
trigo, introducidas en secreto y que el aparato de propaganda comunista hacía
creer a los hambrientos soviéticos que era producción suya.
En México
tenemos nuestro Lysenko, Hugo López-Gatell, quien para el presidente es el
científico más grande que ha producido nuestro país. Pero, para millones de mexicanos, principalmente para aquellos familiares de las víctimas de
la covid-19, es un charlatán. Sin embargo, el Presidente, lo protege como la
niña de sus ojos, lo cubre de honores y vilipendia a la prensa, radio, televisión, comunicador o periodista que se atreva a descalificarlo. Si no solo los epidemiólogos
locales de vasta experiencia, sino también instituciones de renombre y prestigio mundial
como la propia Organización Mundial de la Salud y muchas otras, han
descalificado la estrategia seguida por López-Gatell para el control de la pandemia, ¿por qué el Presidente la defiende tanto?
En mi
opinión el Presidente quedó atrapado en su propia ingenuidad y narcisismo.
Sucumbió ante la deslumbrante palabrería seudo científica que no entendía;
aceptó a pie juntillas todo aquello de que la covid-19 no era una enfermedad grave,
que era, tal vez, solo un poco más fuerte que un catarro común, que no era
necesario usar cubre bocas, que el confinamiento y el distanciamiento social no
eran necesarios, que era mejor que una gran cantidad de mexicanos se contagiara para adquirir inmunidad de rebaño. Se atrevió a pedir a la población, en un desplante de
insensatez inaudito, que salieran a comer a los restaurantes, que no tuvieran
miedo, sin comprender el peso enorme de sus palabras y el daño mortal que eso
implicaba. Quiero seguir pensando que todo ello se debió a su ingenuidad en
creer en la seudo ciencia de López-Gatell y no a una maldad intrínseca.
Pero hubo
más, López-Gatell apeló a la exaltación sublime del ego del Presidente. El 16
de marzo de 2020 López-Gatell en presencia del Presidente y ante una
audiencia nacional, pronunció la aberración más grande que un científico en
medicina pudo haber expresado “la fuerza del presidente es moral, no de
contagio”, para defender el hecho de que el presidente no usara cubre bocas y
tampoco respetara la sana distancia. Después de casi tres años de este gobierno hemos entendido que, por ningún motivo el presidente acepta que nadie
contradiga sus ideas u opiniones, pero también descubrimos que no es inmune al
elogio y la glorificación, y quienes lo rodean lo saben; así se dio el caso del
doctor en Derecho Constitucional por la UNAM John Mill Ackerman Rose en un
programa de televisión que se difunde a nivel nacional, quien afirmó: “Andrés
Manuel López Obrador es el científico, por supuesto. El secretario de salud
está siguiendo las instrucciones del Presidente de la República”, la
co-conductora de dicho programa, la escritora Sabina Berman, no pudo disimular
una sonrisa y respondió “pero el presidente no es científico”. El Presidente en
ninguno de los dos casos refutó dichas afirmaciones o cuando menos se refirió a
ellas como exageradas, más bien las atesoró como medallas para lucir en su pecho.
El Presidente quedó preso en su propia trampa; ahora no puede descalificar a
López-Gatell porque él mismo se descalificaría por haber aceptado su estrategia
fallida. Utiliza todo el poder propagandístico del Estado para imponer su
verdad, hace lo indecible para minimizar el elevado número de muertes por
covid-19, utilizando comparaciones con otros países que rayan en lo no creíble,
y no puede más que seguir apoyando a López-Gatell. En pocas palabras, al más
puro estilo soviético, el presidente se esmera por imponer su verdad de que todo ha
funcionado de maravilla, cuando la realidad dice todo lo contrario.
La pandemia
aún no termina, viene una tercera ola, que empieza a ser más virulenta en los
más jóvenes. La desesperación por volver a la plena normalidad apremió al Presidente a anunciar el regreso a clases presenciales el próximo 30 de agosto, pero con solo la mitad de la población vacunada implica un enorme riesgo.
¿Continuará el Presidente casado a muerte con la estrategia de López-Gatell? ¿Se atreverá a
corregir? ¿Implantará la toma de pruebas covid masivamente para atacar
tempranamente la enfermedad? ¿Cuántas más muertes serán necesarias para que esto
suceda y regrese la sensatez?
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