Este muro, que ni Trump lo
tuvo, y que este día ha rodeado ominosamente el palacio de gobierno, en mi
opinión engloba lo que ha sido la administración de López Obrador. Cuando es
incapaz de racionalizar un conflicto se encierra en sus propias ideas y deja
fuera todo lo que no entiende y lo encajona con etiquetas de adversarios,
neoliberales, prensa carroñera, etc.
Foto de Diego Prado, publicada en el periódico El Universal |
Enseguida, y a medida que el
ejercicio del poder, le ha permitido ir descubriendo las poderosas herramientas
a su disposición, de amedrentamiento y coerción, las utiliza para destruirlos. De
esta forma, el Servicio de Administración Tributaria, La Unidad de Inteligencia
Financiera, la Procuraduría General de la República, el Tribunal Electoral y la
Suprema Corte de Justicia, son instrumentos que en un paroxismo de poder los
utiliza sin el mayor rubor, para no solo atacarlos, sino destruirlos.
En ese contexto, ya
creyéndose, López Obrador, poseedor de un poder omnímodo ¿Qué viene después de
las reformas a la ley de la industria eléctrica?
Sin duda las empresas que han
invertido miles de millones de dólares para producir electricidad mediante el
aprovechamiento del viento y el sol, utilizarán todos los elementos legales a
su alcance para proteger legítimamente sus inversiones. Y si las cosas no les
son favorables, existe la posibilidad que cierren sus operaciones, es decir que
dejen de producir energía eléctrica.
Y, como ya ha quedado de
manifiesto, por los apagones sucedidos, que la aportación de esas compañías
privadas al abastecimiento de la red nacional, aunque aún pequeño, ya le
resulta vital a la Comisión Federal de Electricidad, su no producción pondría
en riesgo todo el sistema.
Ante este panorama, no hay que
descartar que en la mira de López Obrador siempre ha estado la expropiación. Y
que todo este entramado, primero el decreto, luego la modificación de la ley
enviada como preferente, es decir fast track, a sabiendas que viola los
tratados internacionales y la constitución, no sea más que el preámbulo, el
montaje de la escenografía ante sus seguidores, para en vísperas de las
elecciones dar el zarpazo, ese que le daría los votos necesarios para ganar la
mayoría en el congreso. Pero por, sobre todo, con el objetivo incubado en su
mente mesiánica, lograr su mayor anhelo, y ponerse al nivel de su ídolo más
venerado, Lázaro Cárdenas del Río, quien expropió la industria petrolera.
¿La destrucción del país? Eso
no le importa, eso queda fuera del muro imaginario en que vive encerrado. Como
tampoco le importan los más de 350 mil muertos reales de Covid-19, los 80 mil
asesinados (Incluidos más de 7 mil feminicidios), los 2 mil niños víctimas del
cáncer o los 10 millones de mexicanos que se han sumado a las filas de la
pobreza.
No quisiera ser premonitorio,
pero tal vez…
Adolfo Camacho Gómez
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