Mexicali, B. C.

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Mexicali, B. C. México

domingo, 6 de septiembre de 2020

LA ESPERANZA DE LA DESESPERANZA

 




Todo está en calma, el tiempo marca su paso lento pero inexorable, como la penumbra del atardecer va dando paso a la noche obscura.

Tiempo ya sin tiempo, la noche ya sin esperanza, siembra como nocturnas luciérnagas pequeños brillos en las ventanas de la calle obscura.

El viento cálido del verano nuestro, estremece sus ramas ya sin hojas del vetusto álamo. Ese álamo que me vio crecer, sigue fuerte como en esos veranos de mis inocentes juegos.

Ese álamo que ha sobrevivido los embates de la creciente urbe, ya casi ilegibles, permite que las yemas de mis dedos palpen las letras indelebles de ese amor que llegó para ser eterno.

Testigo mudo de los que llegaron y se fueron, espera también mi partida. Pero antes de mi partida, en el ulular del aire entre sus ramas secas, trae los sonidos que se fueron, con aquellos temores, aquellas esperanzas, aquellos sueños de intrépidas aventuras.

Hoy, cansado y casi sin aliento, me recuesto en su recio tronco y en la penumbra nebulosa, como siluetas fantasmagóricas, en una danza alucinante aparecen vívidos los tiempos que no volverán.

Una lágrima resbala de mis ojos, cuando las espectrales siluetan me revelan un pasado de brillo y alegrías, una esposa que me amó tanto, que mi amor, que pretende ser inmenso, nunca podrá ser tan grande como el suyo y que me dio la inmensa dicha de poder ver crecer nuestros cuatro maravillosos hijos, que son el alma mía.

La noche cobra su llegada y su impenetrable obscuridad me toma por asalto, como ineludible presagio de mi eterna marcha.

 


Adolfo Camacho Gómez

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