A muy pocos días de la elección
presidencial la opinión generalizada reflejada por
las encuestas es que Enrique Peña Nieto será el próximo presidente de México.
En ninguna otra elección
presidencial, como en ésta, las encuestas de preferencias electorales habían sido
tantas y habían tenido tanta relevancia. Por supuesto las compañías
encuestadoras son negocios y en una democracia, aunque incipiente como la
nuestra, la medición del pulso ciudadano vale mucho, mucho dinero.
Cada compañía encuestadora
defiende sus resultados como los más apegados a la realidad. Por su parte cada
candidato aprueba o desaprueba una u otra encuesta según se muestre favorable o
no.
A partir del año 2000, año en que Vicente Fox candidato
del PAN ganó la presidencia de México contra un PRI que llevaba 60 años en el
poder, fue evidente que un candidato a la presidencia, para tener posibilidades
de ganarla tenía que construir su candidatura con muchos meses de anticipación
y esto lo comprendió a la perfección Enrique Peña Nieto desde el primer día en
que fue elegido como gobernador del Estado de México.
Se puede discutir que Felipe
Calderón no hizo una larga campaña, sin embargo ya era un personaje medianamente
conocido, pero por sobre todo su triunfo logrado por un pequeñísimo margen se
debió a la ola favorable que aún se dejaba sentir a favor del PAN.
Se han dicho mil barbaridades en
descredito de Vicente Fox, sobre todo de los llamados intelectuales, esos seres
incólumes que sienten que su plumaje no se mancha al pasar por el pantano y que
pretenden ser dueños de la verdad absoluta. Por supuesto Vicente Fox no es un
hombre culto en el sentido que pretenden los intelectuales y para su desgracia
tuvo oportunidad de demostrarlo, con una gran inocencia, en innumerables
ocasiones. Pero hizo lo que sexenio tras sexenio los presidentes emanados del
PRI no pudieron, por fin nuestro país no tuvo una crisis económica sexenal y la
trascendencia de ese solo hecho ya fue
palpable en el sexenio de Felipe Calderón. Sin la estabilidad económica
recibida de Fox e inteligentemente continuada por Calderón se pudo sortear la
crisis de la influenza. Posteriormente la debacle sufrida por Estados Unidos a
raíz de las hipotecas sub-valuadas fue afrontada por México gracias a la
solides de sus cuidadas finanzas y por último la descomunal crisis europea que
en otros tiempos ya tuviera postrado a nuestro país, parece estarse desarrollando en otro mundo y
aunque todavía la Zona Euro no da sus últimos coletazos México da indicios de
poder salir avante.
Este hecho es menospreciado
constantemente o no valuado en su justa dimensión. Por esto creo necesario hacer algunas
comparaciones mínimas que ilustren esta realidad.
El producto interno bruto
Mexicano, es decir el valor de toda su producción, es un poco menor que el
producto interno bruto sumado de Argentina, Colombia, Venezuela, Perú y Chile.
Ahora bien, el país con mayor crecimiento fue chile con un 6%, el resultado
mexicano fue del 3%. Pues bien, da la casualidad que en pesos y centavos o más bien en dólares, el crecimiento mexicano
del 3% es ligeramente superior al 6%
chileno. Todo es cuestión de magnitudes. Ahora pongamos los pies sobre la tierra,
el producto interno bruto de Estados Unidos es 2.3 veces la suma del producto
interno bruto de toda Latinoamérica.
Volviendo a nuestra premisa
inicial en el sentido que para construir una candidatura presidencial y tener
posibilidades de ganar se necesita tiempo, mucho tiempo, no unos pocos meses
sino muchos y si se puede, mejor años.
Pero también para lograrlo se
necesita dinero y no poco dinero sino mucho, mucho dinero.
Por eso Enrique Peña Nieto desde
el primer día de su gobierno en el Estado de México empezó a construir su
candidatura para la presidencia de México.
Manlio Fabio Beltrones, también del
PRI, inició por su parte la construcción de su candidatura, pero adolecía de
una falla insalvable, los recursos ilimitados de Peña Nieto.
Aquí las televisoras jugaron un
papel muy importante, pero no únicamente importante sino vital. Cuestión que de
muchas formas se les ha acusado. En su
defensa sus principales personajes han argüido que las televisoras no hacen
candidatos ni presidentes, que una afirmación como esa está fuera de toda
posibilidad y en mi opinión tienen razón, bueno una parte de razón.
Si bien es cierto que una o
varias televisoras no hacen una candidatura y menos un presidente. Armar una
candidatura sólida con buenas posibilidades de ganar la presidencia no se puede
hacer sin las televisoras. Esta es la verdadera cuestión.
Se pueden discutir muchas cosas alrededor;
que si el carisma, que si la popularidad, que si los antecedentes, todas estas características
las puede tener un candidato pero sin la televisión no sirven de nada.
Esto, Peña Nieto lo sabía muy
bien y no perdió ninguna oportunidad para hacerlo. Su nombre, su imagen, sus
logros; grandes, pequeños o falsos, tenían que ser vistos y escuchados hasta el
último rincón de la República Mexicana. Y esto ¿Cómo podría ser realidad? Pues muy
sencillo a través de la televisión.
En este punto las interrogantes
empiezan a crecer. ¿Porqué en Mexicali, Juárez o Mérida el ciudadano común
debía enterarse que, en un desconocido pueblo del Estado de México Peña Nieto
estaba inaugurando una escuela o en otro una carretera? La única razón es que
Peña Nieto quería que se enterase.
Ahora bien ¿Cómo puede hacerse posible
una difusión de esta magnitud? ¡Claro! Contratando cadena nacional en las
televisoras, en los horarios más vistos, llamados tiempo Premium o triple A.
Pero si la nueva ley prohíbe que
las imágenes de gobernantes aparezcan en anuncios de televisión ¿Cómo hacer
para que la imagen de Peña Nieto apareciera? La solución vino de las mismas
televisoras, ¡los noticieros!
Se pagaron millones y millones de
pesos en publicidad disfrazada de noticia. Fue tanto el énfasis que se volvió
una cosa común ver a diario a Peña Nieto en los noticieros, en inauguraciones
de carreteras, escuelas, clínicas, universidades y hasta en eventos sociales. Recuerdo una imagen en el
campo formando unas letras iniciales con una enorme cantidad de tractores que
iban a ser regalados a sendos agricultores, imagen que únicamente pudo haberse
realizado con la utilización de un helicóptero, es decir, no se reparó en
gastos.
Es necesario recalcar que toda
esta promoción se llevó a cabo en cadena nacional, en los canales más
importantes y en los horarios de mayor audiencia, misma que se negó para el primer debate.
¿Porqué es importante esto? Es importante porque la transmisión del debate en cadena nacional, en los canales más importantes y en los horarios Premium significa dejar de transmitir anuncios por los cuales se cobra millones de pesos. Esa es la magnitud de la promoción que logró hacerse Peña Nieto con la ayuda de las televisoras.
¿Porqué es importante esto? Es importante porque la transmisión del debate en cadena nacional, en los canales más importantes y en los horarios Premium significa dejar de transmitir anuncios por los cuales se cobra millones de pesos. Esa es la magnitud de la promoción que logró hacerse Peña Nieto con la ayuda de las televisoras.
¿De dónde salieron esos millones
y millones de pesos? Pues sufra usted, en buena parte del bolsillo de todos
nosotros a través de nuestros impuestos. Si señor, del impuesto sobre la renta y del IVA que
pagamos al comprar un lápiz, un par de zapatos, un refresco, al ir al cine y
así cualquier cosa, en Veracruz, Tabasco, Durango, Baja California o en
cualquier parte de la republica, se hace una gran bolsa que luego se reparte
entre todos los estados. Esté seguro pues, que en parte a usted también le tocó
pagar.
Qué Peña Nieto nos dice que no fue tanto. Que ahí están las
cuentas de todos los gastos del Estado de México en internet. ¿Debo creerle? Cuando
menos yo no, los gastos se pueden esconder entre cientos de cuentas contables,
pero lo más aberrante es que son revisados por la contaduría del propio Estado,
por empleados pagados por el propio Estado y que finalmente la cuenta pública
es aprobada por el congreso del propio estado con mayoría del partido
gobernante.
Pero de donde más sale dinero
para pagar la publicidad disfrazada de noticia. Esto es mucho más difícil de comprobar
pero no tan difícil de imaginar. ¿Recuerdan la construcción de escuelas,
hospitales y carreteras? No creen que pueda haber empresarios muy agradecidos que
paguen la promoción de su obra, sí que los hay, y más si a la vista se
vislumbran más obras.
De otras fuentes es mejor ni hablar.
Si honestidad es lo menos que
podemos pedirle a un gobernante, ese no es Peña Nieto. Veremos que hace con el pastel.
LO REPITO… LAS TELEVISORAS NO
HACEN PRESIDENTES, PERO UN PRESIDENTE NO SE PUEDE HACER SIN LAS TELEVISORAS.
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