Escucho y veo a innumerables comentaristas; expertos y no expertos, también aquellos que se auto nombran intelectuales y aquellos que dicen que lo son, a funcionarios del ramo y los que no lo son, a políticos y hasta simples presentadores de noticias, hablar sobre desempleo. Todos critican al gobierno por esta deficiencia, algunos imparten cátedra sobre su solución. Parecen estar ciegos y sordos.
Yo soy un simple mortal, uno más, de entre ciento diez millones, en nuestro querido México, por lo que estoy consciente que mi comentario solo es la ciento diez millonésima de algo.
Dicho lo anterior, mi primera reflexión es que este asunto está mal enfocado cuando se refiere a desempleo.
El desempleo es una estadística, y por supuesto la deficiencia. El empleo es la sustancia. Cuando decimos que queremos acabar con el desempleo lo que en realidad estamos pretendiendo es crear empleos. Cuestión de enfoque.
Actualmente esta deficiencia se mide en forma diferente en cada país. En el nuestro quien nos dice la cifra fatal es el INEGI. Los intríngulis de la mecánica pocos los conocen, pero en general sabemos que se trata de saber la cantidad de personas que están en edad de trabajar y no trabajan.
La edad es entonces la que incide en esta marca. Para la ley es dieciséis años. Luego entonces los menores de esa edad que estén trabajando no se reflejan en la deficiencia. Forman parte de otra cifra; el trabajo de menores.
Es aquí donde todos esos expertos, los profesionales y los improvisados, pecan de ingenuos.
Quiero referirme a un solo caso a la vista de todo mundo, imposible de no ver; el trabajo de menores en supermercados, los comúnmente llamados cerillos, sí, esos niños que embolsan nuestras compras. Estos empleos están ocupados por niños, no son ni siquiera adolecentes. Actualmente parece haber una tendencia a ocupar a personas de la tercera edad, algunos son jubilados, otros tal vez no.
¿Qué está pasando ahí?
Todos los consumidores lo vemos como una situación normal, hasta como una especie de caridad. Por lo visto las autoridades también. Lo cierto es que los consumidores estamos pagando los salarios de esos niños empleados y engrosando las utilidades de los autoservicios. Se podría argüir que si los autoservicios pagaran esos salarios tendrían que aumentar sus precios, cuestión que no tiene sentido, porqué, como ya lo mencioné, indirectamente nos están aumentando los precios al tener que pagar de nuestro bolsillo esas propinas. Pero no es así, ya que la competencia haría su función y la guerra de precios entre ellos los mantendría a raya y entonces el pago de estos salarios iría directamente contra sus utilidades.
Sí el autoservicio considera que el embolsar la mercancía es un servicio inherente a la atención que su clientela se merece, entonces lo deberían tener contemplado en sus presupuestos de operación y no cobrárselo al consumidor.
Ya mencioné que el empleo de menores, no cuenta en la cifra del desempleo, se contempla en otro apartado, el trabajo de menores. Por otra parte, estimo que para el INEGI las personas mayores de 65 años tampoco cuentan para sus estadísticas de desempleo, pues supongo que únicamente incluyen a la población en edades marcadas por la ley como laborables.
Únicamente cumpliendo cabalmente con la ley por parte de estas empresas se incorporarían al empleo formal alrededor de 150,000 persona en todo nuestro país, principalmente jóvenes.
¿Qué impacto tendría esto?
En primer término millares de jóvenes (mayores de 16 años) saldrían de la ociosidad de las calles. Se pagarían millones de pesos en cuotas obrero-patronales. Se abrirían o se incrementarían miles de cuentas para el retiro. Y todo esto solo costaría un poco menos de utilidades para estas grandes empresas.
Pero, y siempre hay un pero. Qué pasa con los niños que actualmente son ocupados en estas tareas.
Antes que cualquier otra consideración tenemos que entender todos, que esos niños no deberían estar trabajando; por responsabilidad moral de los padres, por responsabilidad ética de las empresas y finalmente porque así lo marca la ley.
Ahora bien, muy probablemente esos empleos podrían ser ocupados por jovenes iniciando su vida labora, o por los propios padres de esos niños, o por otros padres cuyos hijos también sufren de esos o peores abusos. Y que pasa con los adultos mayores. Pues simple y sencillamente deben ser contratados formalmente, cotizar en el seguro social, fondo para la vivienda y fondo para el retiro. Exigir, en el caso de los jubilados, que el IMSS no les retire su pensión por ser reinscritos, ya habiendo sido jubilados, sino que por contrario, las aportaciones obrero-patronales sirvan para incrementar sus menguadas pensiones, o bien, que únicamente coticen en el seguro de riesgo del trabajo sirviendo a su vez como un incentivo para las empresas.
Esperemos que algún día, que no sea muy lejos en el tiempo. Cuando nos empaquen la mercancía en cualquier autoservicio y hagamos el intento de darle propina al “cerillo" nos diga con orgullo…
“NO MUCHAS GRACIAS, A MI ME PAGA LA EMPRESA POR SERVIRLO A USTED”.
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