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domingo, 25 de enero de 2015

CUAUHTÉMOC BLANCO.

Las burlas y los chistes no se hicieron esperar, pero tampoco el menosprecio por la mayoría de los “comunicadores”, cuando menos los que yo leí en la red, escuché en la radio o escuché y vi en la televisión, sobre la persona de Cuauhtémoc Blanco, ante su anuncio de competir por la pre candidatura a la alcaldía de Cuernavaca por el Partido Social Demócrata (PSD).

Si en general fue noticia el anuncio del Cuau, si se me permite llamarle a Cuauhtémoc Blanco como la fanaticada al fútbol lo apoda cariñosamente, para los programas deportivos fue “La Nota”.  En uno de ellos escuche decir, en clara descalificación y casi con desprecio, que como se le ocurría a Cuauhtémoc Blanco aspirar a ser presidente de una ciudad como Cuernavaca, se ponía en duda en forma contundente su capacidad.  Pero también se dijo que los reglamentos de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación) no le permitían ser las dos cosas; hacer política y jugar fútbol, lo que posteriormente confirmó la Federación Mexicana de Fútbol.

Es una realidad que la carrera de futbolista de Cuauhtémoc Blanco está a punto de terminar, pero lo que no ha terminado y tal vez jamás termine es su popularidad. Hoy domingo, cuando faltando solo 15 minutos para terminar el partido se produjo el cambio para que el Cuau entrara a jugar por su equipo Puebla, el estadio Azteca, la casa del equipo América contra quien jugaban, le brindó una ovación unánime sin importar a que equipo apoyaban los asistentes. Una cosa me quedó clara, que el pueblo piensa muy diferente de los líderes de opinión y que éstos no tienen la más mínima idea de las opiniones del pueblo.

Es bastante claro que el PSD haya ofrecido la candidatura a Cuauhtémoc Blanco por su enorme popularidad y contar con ello para lograr los votos suficientes para mantener su registro. Por otra parte es claro también que sus posibilidades de ganar contra los partidos fuertes son mínimas. Pero suponiendo lo imposible ¿Qué pasaría si ganara?

Debo decir que desconozco totalmente que preparación pueda tener Cuauhtémoc Blanco y saben que ¡No me importa! Sé que es una persona exitosa en lo que ha hecho toda su vida, en ese sentido es un triunfador. Y en lo que alcanzo a percibir de su vida personal, por lo que públicamente se conoce, parece ser un hombre honesto ¡Con eso me basta!

Me pregunto ¿Podrá ser peor que el ex presidente municipal convicto de Iguala y de tantos otros municipios de Guerrero y Michoacán o de innumerables presidentes municipales a todo lo largo y ancho de la república, grandes o pequeños, señalados de ineptos y corruptos?

Lech Walesa, un sencillo electricista, tuvo la osadía de transformar Polonia y ser su presidente y no le pidieron ni necesito para ello credenciales académicas. 


Adolfo Camacho Gómez


martes, 15 de julio de 2014

BRASIL ¿DESPUÉS DEL MUNDIAL QUE?


Aunque el fútbol es solo un deporte. Es un deporte que incide insospechadamente en la política de muchos países, especialmente de los latinoamericanos.
Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, se vio comprometida gritando el gol de Alemania cuando sentada al lado de la presidenta de Alemania, la señora Ángela Merkel— quien sin guardar ninguna compostura celebró de pie y levantando los brazos— que la selección alemana anotó y que le dio el triunfo y el campeonato mundial. Después muy acongojada la Señora Rousseff tuvo que entregar el trofeo al capitán alemán. Un trofeo que daba por hecho entregaría a la selección de Brasil con lo que aliviaría en alguna medida el enojo de la población por los altísimos gastos para la celebración del campeonato.
El contraste de dos singularidades, dos mujeres rompiendo el paradigma del monopolio masculino milenario del poder. Una, Ángela Merkel, dirigiendo a la nación más importante de la Unión Europea y la cuarta más importante del mundo. La otra Dilma Rousseff, dirigiendo a la nación más importante de Latinoamérica y la séptima economía del mundo, pero cuyas decisiones se ven influenciadas y en algunos casos condicionadas por las de la primera.
Alemania con un Producto Interno Bruto per Cápita de $ 40,750 dólares y Brasil de $ 12,340 dólares. En uno la riqueza y el bienestar de sus ciudadanos son el común denominador y en otro donde la pobreza y la desigualdad son la tragedia que parece imposible de superar.
¿Por qué entonces un país que si bien es económicamente muy importante dentro del ranking mundial, pero que es muy pobre en cuanto al reparto de su riqueza, se embarcó en la realización de la Copa Mundial de Fútbol?
La respuesta es sencilla: El ansia de trascender de un presidente y la voracidad de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación).
Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil de 2002 a 2010, recibe un país en crecimiento y que no deja de crecer durante todo su mandato. Brasil se convierte entonces en la economía emergente de moda. Su presidente es alabado por los analistas económicos más importantes del mundo y los inversionistas aprovechan el momento llevando un rio de dólares.
Lula da Silva en la cresta de la ola vislumbra la oportunidad de dejar inscrito su nombre en la historia y compite por que su país sea la cede no solo del campeonato mundial de fútbol, sino también de las olimpiadas de 2016 en Rio de Janeiro.
Es innegable la voracidad de la FIFA, que aprovechando la desesperación del  presidente de un país emergente por instalar a su país en el circulo de los ricos y poderosos, pone a competir a países desiguales por la obtención de la cede, quienes ofrecen lo inimaginable con tal de conseguirla. De esta forma el Gobierno de Brasil ofrece entre otras muchas cosas la construcción de estadios nuevos y sobre todo, lo que más importa a FIFA, la exención total de impuestos.
De esta forma la FIFA se lleva todas las ganancias y el país cede, en este caso Brasil, carga con todos los gastos.
Lula da Silva deja el poder en 2010 a la nueva presidenta Dilma Rousseff, quien es quien tiene que afrontar el reto y las cuantiosas erogaciones que implicaron implementar la seguridad,  vías de comunicación, transporte y por supuesto los nuevos estadios, en un momento en que la economía de su país empezaba a declinar y su pueblo empezó a resentirlo.
Se volvió imperioso que la selección Brasileña ganara el campeonato para de esta manera aliviar las tensiones que el dispendio provocó en la población. La ecuación no resultó y no solo eso, sino que además su selección de fútbol mostró un pésimo desempeño en el campo deportivo, desilusionando al país más futbolero del mundo.
El descontento social volvió a resurgir con furia el mismo día de haber concluido el campeonato.  Para la Señora Rousseff será un gran escollo por resolver, si la economía de Brasil no repunta muy pronto, ya que tiene enfrente, a escasos dos años, la celebración de los Juegos olímpicos en Rio de Janeiro, lo que implicará sin lugar a dudas nuevas e incalculables erogaciones para una economía que no pasa por su mejor momento. Más si consideramos que procurará cuando menos igualar a los anteriores de Londres y Beijing.  
Por supuesto mis mejores esperanzas son que la economía de Brasil pronto repunte, que la distribución de la riqueza mejore entre toda la población y que las próximas olimpiadas sean todo un éxito.  

Adolfo Camacho Gómez        

domingo, 29 de junio de 2014

¿QUE PASÓ CON MI SELECCIÓN MEXICANA?

Foto: publicada por medio tiempo.




En los países en donde el fútbol es el deporte más importante y un poco más, se ha convertido en pieza clave para muchos aspectos de la vida nacional de los mismos.


Fíjense ustedes hasta dónde puede llegar.

Brasil, país que años atrás había alcanzado uno de sus momentos económicos más importantes y estaba de moda para todos los analistas del mundo citarlo como ejemplo a seguir y le auguraban un porvenir de bonanza sin precedentes. Montado en esa ola de espejismos de supra valoración y embelesado con tantos halagos se engancho con la idea de ser cede de los dos eventos deportivos más importantes del mundo,  el campeonato mundial de fútbol y las olimpiadas. Para su mala suerte no previó que los periodos de vacas gordas desde tiempos inmemorables siempre vienen seguidos de otro periodo de vacas flacas.
Como es usual cuando un país adquiere compromisos de tal magnitud se compromete hacer grandes inversiones para las instalaciones ex profeso para cada evento, como en este caso fueron los nuevos estadios construidos. Pero también fue necesario hacer inversiones muy cuantiosas de  infraestructura de todo tipo, desde las de vialidades hasta las de seguridad, pasando por el remozamiento de las ciudades cedes.
¿Cuánto le ha costado al pueblo brasileño todo esto? No lo sé, pero sin duda son cifras muy altas. Pero para el pueblo no ha pasado desapercibido, que ya sufriendo una crisis de inflación y desempleo ha mostrado su descontento. Poco a poco se han venido dando cuenta que este tipo de eventos mundiales son un lujo para los países cedes, porque aparte de poner al país en un escaparate para que el mundo voltee a verlo, la derrama económica que trae consigo no compensa los enormes gastos e inversiones necesarios para llevarlos a cabo.
En este contexto si la selección de fútbol brasileña no gana el campeonato,  el pueblo más futbolero del mundo sufrirá un desencanto de proporciones bíblicas, tan grande que es posible llegue a poner en riesgo el puesto de la presidenta Dilma Rouseff.
Su nación vecina, Argentina, sufre un dilema parecido. País que se pelea con Brasil el titulo de tener la afición más grande del mundo y en consecuencia la supremacía del propio deporte.  Que sufre también una etapa de fuerte caída en su economía, tendría un respiro sucedáneo para su pueblo si su selección de fútbol ganara el campeonato. Que sería bien aprovechado por su presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, quien pasa por uno de sus peores momentos.
Por desgracia solo uno de ellos podrá ser el ganador o en el peor de los casos ninguno de ellos y quiéranlo o no las consecuencias se dejarán sentir irremediablemente.
¿Que pasó con mi selección mexicana?
Me abstendré de querer hacer un análisis psicológico y sociológico de las más obscuras motivaciones que impiden que los jugadores  seleccionados y sus directores técnicos perenemente no lleguen a jugar el mítico quinto partido. La lisa y llana realidad es que escasamente lograron pasar de panzazo a la ronda mundialista del campeonato. La enjundia, emoción y emotividad que su entrenador el “Piojo” Herrera supo transmitir a sus jugadores nos hizo abrigar falsas esperanzas. Pero que también fueron insufladas por las televisoras que bien caro pagan los derechos de transmisión y requieren con la retención de la audiencia la forma de cumplir sus promesas hechas a las compañías patrocinadoras.
Tuvimos la satisfacción de ver que los muchachos dieron todo su esfuerzo en la cancha, lograron la hazaña de empatar con Brasil en su casa y estuvieron a escasos minutos, ante Holanda, de lograr lo impensable. Pero esos cruciales minutos a los que los expertos llaman “manejo de partido” fueron fatídicos para la selección mexicana. Los comentaristas deportivos y los que no lo son ocuparan largas horas en espacios de televisión y de radio e infinitas columnas en sus periódicos, con sesudos análisis sobre; Que si bajaron las manos, que si se confiaron, que si se cansaron, que si el árbitro se equivocó, que si la mentalidad ganadora no les alcanzo, que si el director técnico no hizo los cambios adecuados. Son discusiones insustanciales. La realidad es que no hay mucho que decir y si, por desgracia, entre lo poco que hay por decir queda la lapidaria frase “jugaron como nunca y perdieron como siempre”
Para nosotros los aficionados queda por ahí un rescoldo amargo, pero mucho menor que el de los propios jugadores, que muy pronto quedará en el olvido y el lunes volveremos a nuestros asuntos cotidianos y esperaremos con nuevas ilusiones cuatro años más.


lunes, 23 de junio de 2014

PUTO...SER O NO SER


Es tan atrayente  la polémica sobre ésta palabra, ahora mundialmente conocida, gracias al vernáculo expresionismo del mexicano, pero también a las motivaciones que provoca el fútbol en todos sus aficionados alrededor del mundo. Que no pude sustraerme de emitir mi opinión.

Aunque suene reiterativo debo remarcar que es tan solo una opinión. No es ni lo que deber ser o lo que no debe ser, ni mucho menos la verdad revelada. Es tan solo una simple opinión.

Para empezar quiero afirmar y dejar bien claro que estoy de acuerdo con todos aquellos que opinan que esta palabra debería tratar de evitarse como expresión colectiva cuando el portero del equipo contrario a nuestras preferencias despeja la pelota. Pero como sé que esto va hacer imposible creo que lo mejor es aceptarlo con la mayor tranquilidad.

Dicho lo anterior, quiero disentir con aquellos que han llevado esta polémica al extremo de calificar a la palabra y a quienes la expresan al calor del partido de fútbol de racistas u homofóbicos.

Me explico. En la cotidianeidad del ejercicio de la comunicación entre mexicanos la palabra puto tiene una infinidad de acepciones y no únicamente para calificar a una persona homosexual.

Si bien no podemos decir que son un sinónimo de ella, si podemos afirmar que es utilizada para dar a entender conceptos como; débil, blandengue, incapaz de tomar decisiones, pusilánime, falta de valor, que traiciona, que no se atreve a enfrentar a jefes o superiores. Así mismo en su acepción superlativa—putazo— damos a entender; golpe fuerte, choque, encontronazo, caída estrepitosa. Pero también si se le acompaña de la palabra madre—puta madre— damos a entender expresiones de; asombro, hastío, dolor, admiración, alegría, y así podríamos seguir al infinito.

Entonces pues, mi opinión es que querer reducir la expresión futbolera a una única acepción es no querer comprender la utilización del lenguaje cotidiano de los mexicanos.

No digo que es bueno, ni educado, más bien creo que los mexicanos tenemos mucho por corregir, pero mientras tanto, tenemos que aceptar que en nuestro trato diario utilizamos palabras con las cuales agredimos o faltamos al respeto y viceversa sin siquiera ser conscientes de ello; güey, pinche, pendejo, entre muchas otras.  

Entonces el grito de Puto en el fútbol, en mi opinión, repito, no es más que otra de muchas que se expresan dentro del  estadio durante un partido como una descarga de la tensión acumulada.  Para ejemplificar un poco traigo a colación la expresión “Vendido” que el estadio completo le grita al árbitro cuando se equivoca y no por ello el aludido debe sentirse ofendido o estigmatizado.

Estimo que la expresión llegó para quedarse, cuando menos, por un buen tiempo y hasta es posible que los mexicanos hayamos aportado, sin quererlo, algo al folklor futbolero mundial.

miércoles, 11 de junio de 2014

PELÉ: LA AÑORANZA DEL FUTBOL


Mañana inicia el campeonato de futbol en Brasil. El primer partido se desarrollará en el nuevo estadio construido ex profeso para este campeonato el “Arena Corinthias”, entre el Anfitrión Brasil y Croacia.
Me es imposible ignorar el máximo evento futbolero y no puedo más que añorar esa leal lucha por un balón sobre la alfombra verde e inevitablemente recordar esos primeros años en que fui subyugado por la pasión del deporte más popular del mundo. 
 
A mis sesenta y seis años me es imposible, como otras muchas cosas, echar una buena carrera y cuando digo una buena carrera, me refiero a esas carreras detrás de un balón de futbol.
Recibes el balón y en una fracción de segundo tu visión periférica trasmite al cerebro tu situación, la posición de tus compañeros y la de tus oponentes, la adrenalina en ese momento está al máximo, tienes que decidir… ¿pasas el balón o avanzas con él? Vez un resquicio en la defensa del equipo contrario, decides correr con el balón, entonces golpeas el balón con la parte interna del pie, —el golpe tiene que ser preciso, si lo adelantas demasiado probablemente vaya a parar a los pies de un contrario, si lo adelantas muy poco con toda seguridad ya tienes encima uno o dos contrincantes— Saltas la pierna del contrincante que llega instantes después de haber tocado el balón y aceleras al máximo, sientes tu respiración llenar todo tu cuerpo, los tacos de tus zapatos se clavan en el pasto una y otra vez,  tu contrincante te sigue a una zancada, llegas de nuevo al balón primero que nadie y repites la acción, otro golpe al balón y otra aceleración, ahora más rápida que la anterior, primero veinte metros, luego quince más, para enseguida detenerte en seco, driblas con el balón a la derecha y el contrincante que te seguía pasa por tu costado engañado por tu acción sin poder detenerse pero también sin antes estirar la pierna para golpear tu pantorrilla, aguantas el golpe, el dolor casi te paraliza pero logras superarlo, avanzas dos pasos más y pateas el balón fuertemente con el pie derecho pasando el balón a tu compañero  que viene a toda velocidad por el lado izquierdo de la cancha, quien lo recibe matándolo con el pecho y lo deja muerto sobre el pasto, y en una fracción de segundo dispara hacia la portería… el balón es rechazado por un jugador defensivo hasta medio campo… apenas respiras a todo pulmón e inicias el regreso con una carrera de sesenta metros en unos segundos… y continúas así durante noventa minutos. Al final hay un equipo ganador y otro perdedor, pero en este partido no se juega ningún campeonato, hemos jugado por el simple gusto de jugar, habrá otros más para ganar o perder. En esa añorada infancia aún mi cuerpo no reconoce el agotamiento, podría iniciar en ese instante un partido más.  
Era tal vez final de 1958, yo tenía 10 años, iba acompañando a mi papá a algo muy importante para él, llegamos al campo Necaxa (Mexicali), el lugar estaba lleno de gente, las pocas gradas estaban ocupadas, así que tuvimos que quedarnos parados con la muchedumbre que ocupaba el centro de la cancha. En la portería sur habían instalado una gran lona cuadrada que se movía con el aire, esperamos por un tiempo que a mí me pareció interminable, la gente aglomerada se había puesto inquieta, los gritos y los chiflidos no cesaban, yo estaba realmente molesto y cansado. Por fin la pantalla se iluminó con una película — en blanco y negro— de un partido de futbol. La pantalla de lona se ondulaba como un trapo al viento, la gente a mi alrededor me obstruía la visión y para colmo de males la imagen proyectada era borrosa, en esas condiciones lo que podía apreciar era poco, sin embargo la gente gritaba, que digo gritaba, rugía… es él, es él, es él. Por fin terminó todo, yo no supe bien a bien en ese momento que sucedió.


El tiempo y los comentarios que se sucedieron por días o tal vez semanas me hizo comprender que lo que había visto era nada menos que fragmentos de un partido de la copa mundial de futbol celebrada en Suecia, que tal vez un aficionado, que había tenido la fortuna de asistir, había grabado en con una cámara de 8mm, con la cual capturó a un excepcional muchacho que contaba con  apenas 8 años más que yo, que jugaba para el equipo brasileño y que se enfrentaba al equipo sueco en el partido por el campeonato mundial,  el resultado final fue 5:2 a favor del equipo brasileño, y que ese muchacho anotó para Brasil dos de los cinco goles. Poco después su nombre empezó a ser mencionado una y mil veces alrededor del mundo… era Pelé.